la roca que nos habita
tatuados
como algas de mar
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los recién llegados se desnudan
se adueñan del espacio de este espacio que no tengo
en medio de
la desnudez que no puedo
que me tiene
los llegados recién de siempre se salen
de sus nucas
me miran con esos ojos
y no puedo no alcanzo
desnudez
solo tengo
punta de los dedos
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palabra suelta
a borbotones
grosera
torpe
obscena
silencio deforme
que me amordaza y deja
a la deriva / como idiota
asustada
pidiendo auxilio por las calles
entre la gente
espantada
de puro asco
a la poesía
desnuda
que se retuerce por salir
y no sale
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detrás de la puerta ha estallado la calma
y la débil musa que cuidaba con sigilo
ha dejado el sitio frío
se ha perdido por mi culpa
por la mala crianza
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el ser y la nada
tienden sábanas
sobre un agujero
que se lleva todo
esfuerzo de entender
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Una ventana a cielo abierto
se estremece ante la fuerza de la tormenta
agudiza los sentidos y no duerme
sólo muere cada noche
para detener el tiempo
dueño de su fragilidad
pronta a despedazar el mundo
que la contiene
fuera.
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La Pizarnik
Gacela hermosa
dama ardiente, víctima
del silencio.
Ninguna tumba poseerá tus restos.
/
Me refiero a ella,
la que no tiene su nombre,
la que habla desde la muerte,
la que atravesó el umbral
más terrible y oscuro
de toda belleza.
/
Más de esa droga
que son tus lágrimas
que es tu propia sangre.
(Mira en qué te has convertido).
de Iris Alejandra Giménez, poeta argentina
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