"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.
jueves, 5 de enero de 2012
jaime huenún y su poesía
MALOCAS
Así vinieron ellos, con hachas y cuchillas,
derribando solares, púlpitos y alcobas.
¿Habrá visto, Usía, las púberes mancebas
aullando sobre el lomo de los indianos lóbregos?
Sus nombres: Huichapán, el puma come perros,
Pafián, el venenoso, Troquián, el matancero.
Cómo olvidar sus rostros aquí en las chicherías
si aún vienen huyendo, huyendo por los ríos.
Bramando en los degüellos, azotando los llanos,
cortando con sus lanzas la gris zarza mojada.
Heridos balbucean la idioma de la muerte,
nombrando sus linajes bajo el cielo del sud.
Tú eres Paichil, el lobo, sobrino de los brujos,
hermano de Naipil, la culebra de monte.
Tú eres Nahuel, el tigre, y hueles a cautiva,
a pecho de cristiana llorando junto al fuego.
Cómo olvidarlos, oye, si en cada boca muerta
escucho las injurias de aquellos pendencieros.
Robáronme el azúcar, un chal, tabaco negro,
alforjas, candelabros y un rosario español.
Por eso aquí les traigo las hijas de la noche
para que al fin entibien sus catres de ciprés.
Nos dicen animales: yo soy lobo toruno
y mis cachos relumbran cada vez que aparezco.
Sobre el agua verdosa estoy hecho un encanto
y te tomo mi niña hasta hacerte reír.
Estoy hecho un encanto y doy miedo al trampero
que camina bordeando los ríos de la luz.
¡Aléjate! -le grito- qué mi ojo tuerto arde
y quema mi mirada tu torvo corazón.
Navego, sí, navego, por tu triste cabeza,
cuando llueve en los montes sin pausa y sin amor.
Aquestos son los hijos de su propia ignorancia,
idólatras del aire donde vive la nada;
nos dicen ver a diario lo que nunca veremos,
por eso, antes del alba, alzados morirán.
¿Contemplaste tu cráneo, Zorro Azul, en el río,
la cabeza del Cóndor en mi estaca de luma?
¿Me soñaste, acaso, ayuntar tus hermanas,
las feroces infieles de esta tierra final?
No fue, hijo, que viéramos sus muertes miserables,
ya secos y avarientos en la su extremaunción,
contando sus doblones, leyendo la vulgata,
amarillos de oro, de humedad y dolor.
Sólo vimos despiertos lo que en sueños veían
y olvidaban temprano para no enloquecer:
hambrientas alimañas mordisqueando en los bosques
pellejos castellanos hediendo bajo el sol.
Traduce a su merced los niños del demonio
bailando entre las nubes la sajuria del mal.
Traduce, comisario, ese veneno alado
que emana de los sueños de esta gente falaz.
HALCONERO
Si cada forastero se detiene
en la sombra del árbol sobre el agua,
yo me detengo en la lámpara de aceite,
en el pan mojado por la niebla
y en la alta ventana de la niña
que juega con su anillo en las alcobas.
Yo soy el hombre del bosque, el halconero
nocturno, embozado, cabizbajo
que olfatea al venado y a la luna
y se embriaga en los muelles de madera.
Veo el salto de los peces en las islas
que han nacido de los ahogados,
y es un fulgor de muerte que me alegra,
un cruel destello de oro en el silencio.
Los rapaces han comido de mi oreja,
de mis manos y de mi memoria;
hambrientos de sí mismos, ya no vuelan
si no sacian su apetito en mi carne.
Los boteros que ya pasan por el río
me cancelan el peaje entre las sombras:
sal marina, alcohol, tabaco de hojas,
mujeres de ordinaria contextura.
Aquí veo amanecer la luz del río
y a las aves que cantando se marchitan.
Aquí vengo a navegar por la locura
donde todos los demonios se reúnen.
Veo lejos la cara de mi padre
escuchando al sacerdote envuelto en pieles
y los libros donde escribe el polvo
el destino de los cuerpos luminosos.
Ebrio palpo el pelaje de tigrillos
que me acechan la sangre y la simiente,
animales que extraviados me padecen
y olisquean mi mirada en los reflejos.
Yo soy el hombre del monte, el pajarero
que desgarra con sus águilas el campo,
el que habla sólo con las uñas
y los picos de sus aves asesinas.
UMAUTULÍ
Evaristo Huaique yace en la cuneta del camino. Borracho desde Osorno, dormita largo y ancho entre los pastos y la fría neblina de noviembre.
La manta de castilla de su padre lo protege de los vientos veleidosos; el cuchillo de monte en la cintura, aleja a los brujos y a los duendes del sueño y del camino.
Duerme Huaique bajo el cielo de la noche de San Juan. Duerme y habla en pendenciero castellano a los viejos animales de la sangre y del espíritu.
No hubo muerte, padre nuestro, no
hubo sangre, no
hubo peuco picoteándome los ojos,
ni un cuchillo brillándose en la noche, ni una
piedra marcándome la frente.
Un caballo hundiéndose en el agua
me
nadaba los sueños
hasta el alba
y un cernícalo de aire y de oro
anidaba en mi cabeza
y en mi luz.
No hubo herida, no hubo hambre, sí silencio
en mi mano y en mi oreja izquierda, sí
mariposa roja de la tierra
negra y roja de los campos de San Juan.
Otros muertos ví en las ramas de los árboles
y en el vuelo
de los peces de laguna
y en la flor de topa topa
las abejas
se comían a una muerta dando a luz.
Esto vide, padre nuestro, no
mi muerte,
pues los sueños no son para morir.
Esto vide en los montes
de otra tierra
donde nace y muere el sol
que alumbra al sol.
Umautulí: él está en el centro de su sueño.
Los poemas aquí seleccionados pertenecen al libro inédito Reducciones
de Jaime Luis Huenún nació en Valdivia, Chile, en 1967.
Ha publicado Ceremonias (Editorial Universidad de Santiago, 1999), Puerto Trakl (Lom Ediciones, 2001), La memoria iluminada: poesía mapuche contemporánea (Centro Editor de la Diputación de Málaga, 2007), entre otros libros. Premio nacional de poesía “Pablo Neruda” 2003 y ganador de la Beca Guggenheim 2005. Parte de su poesía ha sido incluida en una veintena de antologías de poesía mapuche, chilena y latinoamericana y traducida al inglés, francés, catalán, italiano, portugués, holandés, entre otros idiomas. .
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Jaime, qué placer leerte nuevamente, recuerdo tus recitadas en Neuquén allá por el 2005. Saludos!!!
ResponderEliminarwww.callarohablar.blogspot.com