"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

domingo, 23 de diciembre de 2012

el devenir en los poemas de pedro donangelo...







El devenir


miro las estrellas y reviso los acontecimientos de ayer.
Nada extravió el Recepcionista –otrora menos desafortunado-
confinado a un rectángulo oscuro y ventanilla a la pared.
Miro las estrellas, antes del amanecer,
exhausto de conclusiones sobre el devenir
Pero algo parece definitivo:
Equis de tres años durmió en este cuarto.
Aquí el pasado lo explica el artificio,
los autoadhesivos del cielo raso brillando en la oscuridad,
el firmamento
tan cerca
que te calma.






Un paseo



al fin hiciste lo que pensabas:
correr el clavo para ubicar casi en el mismo sitio
un plato incomparable.
Ese día o el día anterior al que corriste el clavo
viajamos al centro,
"pero la recluida, imprevistamente,
apresuró el regreso"
y próximos al Palacio de la Pizza abandonamos tu mirada
en el mendigo que exhibía el pie partido.




Ramas como falanges



vi a mi vida en las alturas,
desplegada en un zig-zag de ramas del Jardín Botánico,
sus puntos de quiebre, arriba y abajo
como disonancias, particularmente hoy
que vi a mi vida en un punto agudo, en 
un punto de mi estómago más cercano y de inmediato
recado para Él por ella.

Hay ramas que declinan,

brevemente rectas o de contracurvas,
ramas como falanges,
ramas para cada vida.
Por ejemplo, la de mi vecino Martín, el verdulero

para quien las ramas no escatimarían reverencias
como a majestades.




Pedro Donangelo, administra el blog dedicado a la poesía www.elpoetaocasional.com

sábado, 22 de diciembre de 2012

el peso exacto de la espuma, poemas de maría laura blanco











dibuja la señal de la cruz
en la frente, con el pulgar
yo te curo todos, todos los males
se escucha la voz de  madre,
yo te curo de la picadura de escorpión
que trepó hasta tu roca y penetró tus abrojales
y supo que podías morir montón de veces
a veces gritando en la noche silente, otras en un silencio
oscuro y denso en la noche despierta.
yo te curo mi niña de tanto dolor, del desierto de sal
en que has quedado, te curo la mueca, el destierro
esa cicatriz empecinada de infarto que no mata
la neurona perdida, los recuerdos quemantes
yo te curo, mijita, de los campos de ortigas
de la espina clavada, del vidrio filoso enterrado en la sien
yo te curo muchacha de sueños masacrados
del terror al olvido, de esa telaraña gris
yo te curo mujer de tanta cosa perdida, la soledad
te curo, de su olor en la piel, de sus ojos, su lengua,
del susurro secreto, de la muerte te curo,
de la resignación
 
 
 
 
 
 
desbrida
lenta
la brumazón
tronchada
debajo del río
los árboles
desgajados
caminan
sobre el agua
la desconsolada
se hunde
cree que levita
sus pies
mutilados
danzan
tocan el fondo
atrapados ahora
en telarañas
verdeazuladas
 
 
 
 
 
 
supe el peso exacto de la espuma
agonizando en la orilla
 empujada por el viento
sentí el calor del sol
la lluvia del trópico empapó este cuerpo
caminé en la playa noches de luna llena
vi caer estrellas fugaces, una tras otra
y dormí envuelta por la piel de un hombre
que no me amó
 
 
 
 
 
 

olfateo la almohada
en busca de tu rastro,
el perro
recorre la casa
con el hocico pegado al piso
y se queda un largo rato en el cuarto
el perro y yo sabemos
sabemos de tu olor de fiera en celo
de tu rápido pasaje, de tus laberintos
y ahora te buscamos
desesperados,
un cataclismo
que llega y nos borra del mapa
buscamos tus huellas en la casa
el perro se da cuenta, descubre en mi piel
cada uno de tus rastros,
me lame
se va dejando caer
y aúlla
 
 
arrastro los pies por el centro
de esta ciudad
que me duele
sobrevivo
y la arritmia se acentúa
marca un tempo
decepcionado
mártir izado
quien creería este desangre de mariposas
nocturnas y noctámbulas
quien apostaría
por mi vida
sin saber de vos
florecen escorpiones en mi cama
en la tuya mi ausencia no se nota
si hoy un auto, un rayo, un veneno
acabasen con este cuerpo ido
no habría pena
seguro sería alivio
vendavales sin misericordia
beatos con chancros
inician la procesión
una trompeta de ángel en el infierno
una hoguera helada
sin redención.
 

 
María Laura Blanco
 
Montevideo, Uruguay

el mundo natural de samuel bossini




Carta de despedida de un enamorado
Nada hay Amor. Nada. Ni brazos emergiendo de los bosques con dedos inclinados. Nada Amor mío. Ya nadie recuesta el Alma sobre aquel árbol que se curva sobre Agua pura y abundante. Nada hay Amor. Los cuerpos buscan un espacio donde correr de una punta a otra sin acabar como hormigas nerviosas dentro de un vaso. Unos sonidos de tijeras anuncian la levedad. ¿Quiénes se aman? ¿Podemos sentir el roce de sus labios como el Ala de una avispa? ¿Cómo Amar sin sentirse frente a un espejo construyendo un rostro? Nada Amor. Ni el ademán de leer las huellas de los rostros grabados en la almohada. Las manos pueden cerrarse y conservar un eco para luego liberarlo en un cuarto de baño. Todos somos ojos de una misma cabeza. Nada hay Amor. Puede verse con claridad cuando intentas en mitad de la Noche rehacer nuestros fantasmas famélicos y heridos. Suavemente el Cielo cambia sobre nuestras cabezas y nos hace danzar frenéticos sobre nuestros pies de toros y decir: nada hay Amor, sólo sea nuestro desvalido apego por matar y devorar la presa.



Día de extrema oscuridad en las manos del vidente. El vidente enrojeció. Dejó caer su Labio sobre trozos de tierra seca. Algo de Amor capturó su Ojo. Como en toda derrota está nítido lo no hecho, lo que no fue tomado. El cielo despojó de acción al viento. Las aves llegaron con sus picos quebrados hasta la laguna. Era el comienzo del desierto. El inicio de la pesadez. El vacío es el peor amo para las sienes. El hombre, como especie aspira, a que todo torne a su sitio. Pero es evidente: lo desaparecido transforma. Lo nuevo, minuto a minuto, acentuará lo vago. Un día, con la obsesión de huir, lo nuevo, lo desaparecido y el desierto nos convertirán en hábito y nadie más sabrá de nosotros.




¡Oh el Amor es espléndido cuando lo vemos pasearse en el Cuerpo de otro!       

La Vida nos adora pero invita poco.

Las manos finas de la muerte acarician nuestros botones.

El sol crea las sombras cuando cierra un Ojo.

La esperanza espera del hombre lo que ella no sabe hacer.




Por no tener las manos unidas, ambos enamorados tomaron la decisión de combatir lo avaro, lo miserable oculto bajo las uñas. Pensaron en una hoguera de hebras, de leños atizados con éter. Partir lejos del terco revés de cada trama, del cruel león que luego de rugir, se convierte en avispa. Ambos enamorados retornan al servicio de sus propias fantasías y miedos. Fantasean con un tren que los conduzca de Patagonia a Alejandría. ¿A los humanos? Una profunda Indiferencia. Tardes en que el Cuerpo olvida y construye, con su angustia y su orgullo, un falso reposo.



La mirada da vueltas como rueda en el Cielo.
Refleja un rostro de dragón. Los sentidos se extienden brumosos sobre la tierra, uniendo Luz a la niebla, ternura a un Alma encantada.
Mirada ávida de atrapados y fluidos. Cuando el Ojo piensa en alguien, de inmediato está detrás. La espalda del hombre es la única capaz de Ver con certeza el verdadero Amor. Al girar toda Ilusión se esfuma. Entonces el hombre, como un débil, busca obtener sus fuerzas en las ramas.
Es aconsejable cuando se está solo, retener la idea del pájaro con piel de ciervo. Retener el enredo de creer que se está vivo con fines inciertos. Atrapar al Amor: seda deshecha en innumerables diluvios. Trastos viejos asustando viejos pájaros. Peces con rostro de oleaje. Locos creyendo que Dios puso sus ojos en ellos y los atrapó.
Pero sin llegar a ser ni tembloroso ni desdichado, se debe hurtar un poco de asombro a los santos.

Obligando a reinar la idea del Amor en quienes regresan sin llevar sobre ellos lo que han ido a buscar.



Abandonados. Con una imagen desventurada. Imaginando una respiración en lo alto de la cúpula. Hueso arruinado. Sin delicadeza ni dolor. Serios en la mesada de un bar. Creyendo en la Boca como poderosa rompiente, sutil seda, escalofrío de bailarina  que regala un sudor de trapecio. Los abandonados comprenden que la Boca es solo cristal que corta otra Boca. El Aire ingenuo del Amor se conserva, tal vez, en alguna foto. Amanece. Los Amantes quieren tomar al otro por la garganta y matarlo. No es sudor ni flujo, ni semen lo que mancha las sábanas, es el aserrín de los esqueletos. Los amantes están lejos de ser los que veían al sol sentados en el borde de una copa. Cuando el Amar y no Amar hurgaba con una serpiente petrificada en las cenizas.



Plegaria y Talismán para conservar el Amor. Un Amor bajo los árboles que va de Tierra yerta a espuma rica. Amor de bebedores. El encuentro y la pérdida. Los escapados del libro de los condenados llegan en burbuja desde sus locuras. Los amados nadan en escalofríos. Plegaria y Talismán para conservar el Amor. Enloquecer en flotantes arrebatos. Luna en busca de cuerpos seguros de asir cada desprendimiento. estrella de un solo Ojo en espera de que la Noche busque en el centro del Cielo una fisura donde refugiarse.



Sólo cuenta la visión, la Palabra y su idea de exilio. Torcer el brazo al único sentido. Partir para añadir. Besar con todos los poderes que nos fueron otorgados. Optar por la Belleza porque sólo hay que tomarse el trabajo de rechazar. Ser sombra de lobo. Mano abierta que expone un Ojo sin pulpa. Esperar que lo colmado en el mundo nos abra los brazos. Meditar y soñar. Lo que has amado es sombra dos veces.

No hay nada de lo que has perdido que no vuelva a Ser.



 El invierno vació la ciudad y dejó sus rasgos. Enfrió las paredes hasta llegar al centro de la casa. A los árboles les impuso Silencio, les impuso Indiferencia. A los niños los agolpó en los sótanos y los plegó. Dios no regresará hasta el verano. Las manos acercarán al invierno una tensa duda. En cada esquina hay un disfraz abandonado. La calle a merced de las Ocas. Los papeles ruedan hasta las bocas de tormenta y cubren a la muchacha escondida. La niña tímida y solitaria hará transcurrir su invierno sobre un gato como si se tratara de un ataúd abierto. Desde fuera: la vaguedad, los lagartos pálidos, las ramas secas; la felpa, todo como una cuestión pendiente. Un ingenuo en el centro del Camino cierra los ojos, saca la lengua, que es tomada por los mosquitos. El invierno le regala al hombre un Beso de labios blancos. El Corazón del ingenuo entiende que el partir más intenso lo posee quien espera.


Del libro Mundo Natural



Samuel Bossini, nacido en Santiago del Estero en 1957, vive en C.A.B.A.. Publicó con el seudónimo de Pablo Narral los libros: El sonido y la furia, Para una fiesta nocturna y Oscura Tierra. Dirigió la revista Caballo de lata y coodirigió El jabalí desde su fundación hasta el año 2001. Integró el Consejo de Redacción de Último Reino. Desde 2001 hasta la actualidad dirige Malvario revista de literatura y arte.

viernes, 21 de diciembre de 2012

silvia montenegro, poemas de los que deambulan en esquinas sombrías


    





                                                        Huergo esquina Garay                                                                                                                                                                                                                         

                                                                                               Soy una víctima inocente de un callejón ciego
                                                                                                                                  Tom Waits


Doce horas esperaron niño y perro que el comedor abriera
y el baño abriera
y el agua saliera de las tripas solas
Solos quietos acurrucados

Alguien va a comerles la piel antes que de el cielo caigan  panes
Tulipanes
Restos de células madre sin madre
Que adónde están  
Si no se las llevaron  las placentas del viento

La fiebre en las chapas que se vuelan
Los ombligos  ahí perdidos entre la mierda y la esperanza

El comedor abrirá a las doce, cuando los vientres inflados sean lo único humano que les quede

La esquina de las horas.  La retina del murciélago

Afuera
Siempre vivir con los ojos así



                                                                                               a  Sofi




                                    Mujeres



Me siguen
caminan por la misma senda
saben que no tengo y sin embargo
parecen regocijarse

Soy la vaca flaca
los siete años de vacas flacas
No le pidan más velas a mis santos

Mujeres vendiendo al por mayor
lo que les quitaron al por menor

Adónde van con alas de tiburón colgando de sus fauces
Adónde voy cuando no alcanza con arrodillarse
Soy el pez en el anzuelo que desemboca en mi propia sed

Nadie te regala nada y está bien
Comprar, vender, atorarse de pasto seco
Y tragar como se pueda la única lágrima

Quién tiene un hijo o diez hijos y canta
Quién sonríe de verdad sin antes lamer e éxtasis de la tristeza

Cada una lleva su ciudad oculta
El paso firme, una granada en los ojos






                                 En el bar de don Ramón



En el bar de don Ramón somos todos almas en pena
Bellos y dolorosos como los cinco minutos del amor
Manjares del solitario
Fluídas sus narices en qué perfume

Cae el vaso y derrama todas las lenguas
El vino es una calumnia
Balbucean algo parecido a cielo

Las hadas del mezcal nos acercan al cielo

Taos de la calle
falos que engullen migas
arrastran la carne el pan
y lo tragan
como a una sobra de invierno

Bienvenida mamita al oleaje del sudor
(el poeta clava un tramontina
como un verso inalcanzable que sacia)

Los miro y cruzo las piernas y los dedos
escondiendo si pudiera el temblor

En procesión carromatos ofrecen flores, yerba buena
La avenida es un espejo de pequeñas arañas
que se indigestan con seda amarga

Me voy deshaciendo en un pandemónium cristalino

Sostengo con un pie la moneda que dí
No sé si son las manos o la mesa
todo se mueve en redondo
La vida es un reloj y recuerdo a Borges
Sus senderos, sus esferas
El perfecto copo de nieve del que habló mi hijo
La carterita que trajo de la feria del Rastro
Y el no escribas mamá si no es preferible al silencio

Prófuga deshielo socavo el cielo tan triste

Don Ramón limpia el tiempo
Barre el escombro como a un lucero
Pasa la cuenta
Un vino
Una milanesa
Cinco pesos de cubierto
Y la copa deje nomás

Copa rota en mi boca partida

Camino en el patio de los suspiros
Cruzo San Telmo con sabor a ajo
Sin un peso. Con hambre
Sin embargo sonrío
Con la sinceridad generosa
De quien renuncia
A todo



                                                                                                   a  Juampi






                                             Fotografía



Subo la escalinata que me lleva al barrio de San Blas.
Soy el gringo que deambula por el camino de los santos.
Saco fotos y masco coca. La altura redime. Un minuto sin oxígeno
y habrá tregua.
Conozco esas ausencias. Advierten lo invisible que soy.
Entro en un callejón. Mis ojos estallan en la Piedra.
Mineral de cofradías.  Mercado de almas y cerdos y cabezas de pescado.
Trance. Música en el ombligo. Doy la cámara para verme feliz.  

Una imagen excesivamente bella de Buenos Aires es una imagen muerta.
Pérdida de conocimiento. Golpe en la nuca. Lo breve mil veces hambre.

Ruedan las fotos.
Toco  los botones. Off. On. Rec. No puede parar.
San Salvador con lluvia y hembras anoréxicas.
No distingo lo femenino de lo humano.
Persigo la ráfaga. Zoom. Un toque de alcohol para engullir.
Pisco. Aguardiente. Un algo que me deje culo para arriba.
Y desde allí el latido, el escombro, las monedas doradas de Sudamérica.

Otra vez Buenos Aires y una boca llena de espuma.
¿Habré sacado yo esa foto, o se disparan solas las balas, en las almas solas?

¿Y ésta que aparece en un velo de atardeceres, la hamaca salvadoreña
con un hombre azul en vaivén perdido?. Quién sabe si no es una voz llamándome desde la palidez.

¿Le habré respondido al menos con un gesto, como si me importara?

Doy vueltas.  No llego a darme cuenta hacia qué lado gira la montaña rusa.

Y  me hablan pero no sé quien habla.
¿ Zumbido del bosque?¿ Noctilucas?
 O soy yo diciéndome lo que hubiera dicho.
Rever. Reverdecer árbol desde el delirio. Fumo.
Rever. Ver. Besar. Arde.

Me desnudo en un  I love you de letras fucsias.
Una gota de soborno. Sílabas en la bombacha contra el suelo.
Quién mira detrás de la lente las palabras sin significado.
No creo en las palabras. Ya no creo más.
Acción.
Filmaré dos pasos antes de perderme.

Brooklyn es mi puente favorito.
Dedos. Deseo. Derrumbe de clics en blanco y negro.
Enumero los cinco sentidos. Trago. Hinco. Guardo.

Tierra exquisita la espalda del desconocido.
Voy a mirarlo  hasta  la impiedad.
Clavo el reflector. Agrando lo pequeño.  Minimizo lo profundo.
Imagen quieta. Me salvo.

Luces de Lucifer en sueños, no tengo hacia dónde ir.
Me contradigo porque quiero y no quiero
la pesadilla que lleva lo eterno en una foto.

Borrosa es la muerte. No veo hasta dónde llega.
Sanguinolenta línea. Delicia. Fuga.
El tiempo se arrastra.
No puse stop.
Seguí apretando. Más. Más.
Delay. Deleite. Bendición.




Inéditos

Silvia Montenegro, nacida en la ciudad de La Plata, Pcía. de Buenos Aires, vive en City Bell.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Apocalypse Now - Marlon Brando - The Hollow Men 1/2


los paisajes de maría gabriela moreno, sus poemas





Una piedra late entre mis manos,
rugosa, cálida.
Allá y aquí, ahora y antes,
su memoria de centrodelatierra
está presente.
Ella soporta y carga todo
y vive en su amoroso tolerar.
Absorbe lo que le doy, y me
re – nueva
re – crea
re  - arma
re  - ama
re – vive
Y vuelta otra vez a la vida,
vida      quetequiero     vida.







Camino hasta la orilla,
mojo mis pies.
El agua refresca, acaricia.
El barro se va moldeando,
a mi medida, haciéndome lugar,
haciéndome
UN
lugar,
un lugar en el mundo.
Mis pies se hunden,
se transforman en raíces,
abriéndose por entre la tierra gredosa
hacia el centro de la tierra.

Aquí la fresca caricia del agua,
allá lo profundo,
más allá la otra orilla,
más allá el horizonte.
Descanso la mirada,
hasta donde llegan mis ojos.






Nos abrazamos dos veces,
fuerte.
Me besaste suave.
Tu mejilla blanda,
con la mía más firme,
juntas.
Dijiste esta vez:
andaba en tantas cosas
Si no tuve tiempo, casi,
de ocuparme de Uds. …”
Y si, papá,
cada uno hace
lo que tiene que hacer;
también, lo que puede, lo que sabe
Aunque tu modo de no estar/estar
se nos haya quedado
grabado a fuego
en el alma.






Un poema es una foto que continúa haciendo eco.

Mi madre dijo:
"Me compré un libro
que describe
con lujo de detalle
todas las maneras
conocidas
de torturar a un ser humano...
¡Qué hijosderemilputas!,
concluyó.
Y en su voz,
además de la bronca
percibí un regodeo,
un oscuro placer.
-Pero mamá!, dije,
¿cómo podes leer eso?
Te va a hacer daño!
-No,  contestó ella,
tengo la piel muy dura.
...
Que recuerde,
ésa es la primera vez
que mi madre me dio miedo.






Al carozo del cerezo
                                               (para Iván, con amor)
Que la corteza de tu corazón
sepa cuando abrirse.
Que, a su tiempo,
esa pared se agriete y deje paso
al renacer de la dulzura
y la belleza;
Que todos sabemos
que a una muerte
le sigue un nacimiento.



Inéditos

María Gabriela Moreno. Nací el 12 de abril de 1965 en Concordia, Entre Ríos. Estudié abogacía. Trabajo especialmente como mediadora colaborando en la resolución de conflictos familiares y civiles. Gestiono y coordino redes de resolución de conflictos. Soy terapeuta corporal egresada en Río Abierto. Coordiné grupos de trabajo corporal. La escritura me acompaña desde siempre.

sábado, 15 de diciembre de 2012

el agua que tiembla, último libro de tani mellado





Cuerpos de la distancia


I
Las hojas del álamo trinan
como pájaros de piedra
en la costa del río.

El mejor pirata es un ahogado
o un niño desnudo
cubierto de musgos.

¿Besaste a un pirata?

Cuando bajé a la espesura
parecía la muerte
esa quietud
pero era un sueño nomás,
el de la siesta y el calor
que me aplastaba.

El aire es agua que respira
cuando el viento silba
en las cicatrices
de los árboles.

No pienso palabras en la altura
pero un pirata tiene
un nombre bello.

Cecilio, Lauro, Julien.

Un pirata vive extraviado
 hasta que descubre
el milagro de los peces.

¿Viste un pirata de cerca?

¿Sus ojos?

Grandes y oceánicos,
a veces pastosos
por las algas.

¿Y los barcos?

Parecen las alas
de un animal líquido
que se incendia
en el viento.

Tiemblan los verdes
en el aire.
Lauro, el frío y la intemperie 

I

Lauro me han dicho
que es tu nombre.

¿Tenés frío en las manos?

La nieve trajo al niño blanco
frágil como un pájaro
de vidrio.

Amé pronto al niño
tan débil, tan hermoso,
el cristalino.

El agua se escarchaba
cerca suyo
o se agitaba como la hoja
de un álamo
en la tormenta.

Un día habló de niños perdidos
y niñas ahorcadas
en la costa,
de islas que parecían azúcar
sobre la negrura de un mar
sin fondo.

Después se calló.

La tristeza del niño no era mía.

El niño será un pirata
a pesar de sus pies pequeños.

  

II

El frío se amarraba a Lauro
como un siamés pesado
y transparente.

En la inclemencia recordaba
la hechura del origen,
la cicatriz que roía
otra intemperie.

La infancia le crecía
desde adentro.

Latía.

Cuando cortó las aguas
escuchó el embrión de un eclipse
abriéndose en el pecho.

El viaje agrietaba la luz
hasta estallarla.

Un niño también puede
ahogar su carne
en el olvido.





 Las alas de Julien mientras la boca


I

Julien tiene lengua de mar
como algunos animales.

Suena a piedra arrastrada
sobre la costa libre,
a dientes que tiemblan
por el frío,
un almendro que crece
bajo el agua
y florece.

Él habló una vez
trenzando la marea.

Antes de abrir la boca
se le oía el cortarse las alas
para el vuelo.

Un graznido quizás
o una pequeña gota
golpeó la quietud lisa
de los aires 
y el azul fue una palabra
y la palabra
un precipicio.



 II

Escucho el aliento
que sale de tu boca
abierta
en pliegue.

Débil.

La desdicha se relame
con tu fragilidad,
la atrae como la sangre
a ciertos animales.

Tu herida se parece 
a una piedra negra
con un hueco
en el centro.

La arrojo al mar
donde la profundidad es
el sueño
de la superficie.

A la altura del sol
te crecerán las alas.
  

III

No me quemaré cerca del sol.

La lluvia entibiará la corteza
del agua
y el calor será un párpado
cerrado.

Antes de dormirme
en tus alientos
seré el que flota lento,
boca abajo.

Veré hacia el fondo
del mar.

En el fondo del mar
veré el brillo de los peces
cosido
como antorcha
a sus escamas.

En el fondo del mar
veré sus cuerpos
luminosos.

La luz que ofrecen
enciende
la oscuridad
de la presa.





Cecilio entre los ojos

I

El alba tala la espesura
 del frío.

Cecilio imagina un padre
sentado al borde
de sus horas.

La luz se arrastra
sobre el padre imaginado
entre las ramas del viento
y el desierto.

¿Qué noche ofrecerá sus juncos
para trenzar el pan negro
de tu hambre?

Sobre un monte de piedras
Cecilio se recuesta
a escuchar los ecos
de la espera.

Su soledad tiene la belleza
del árbol que florece
en los inviernos.



 II

Cecilio supo pronto que robar
es navegar
mirando de costado.

Amó el amor como al fuego
en los motines
desbordándole los ojos
la corteza.

Encontró sosiego en los incendios
acechados de pliegues
en las llamas,
esa corriente nacarada y sola
que traspasa los umbrales
hacia adentro.  

Cuando su mano fue un impulso,
un arrebato,
no tuvo miedo.

Lo propio pesa lo mismo
que lo ajeno
cuando la noche
es un cartón ahumado
alejándonos del frío.



 Luciana Mellado

de 'El agua que tiembla", Ediciones del Dock, 2012