Huergo esquina Garay
Soy una
víctima inocente de un callejón ciego
Tom Waits
Doce horas esperaron niño y perro que el comedor abriera
y el baño abriera
y el agua saliera de las tripas solas
Solos quietos acurrucados
Alguien va a comerles la piel antes que de el cielo caigan panes
Tulipanes
Restos de células madre sin madre
Que adónde están
Si no se las llevaron las
placentas del viento
La fiebre en las chapas que se vuelan
Los ombligos ahí perdidos entre
la mierda y la esperanza
El comedor abrirá a las doce, cuando los vientres inflados sean lo
único humano que les quede
La esquina de las horas. La
retina del murciélago
Afuera
Siempre vivir con los ojos así
a Sofi
Mujeres
Me siguen
caminan por la misma senda
saben que no tengo y sin embargo
parecen regocijarse
Soy la vaca flaca
los siete años de vacas flacas
No le pidan más velas a mis santos
Mujeres vendiendo al por mayor
lo que les quitaron al por menor
Adónde van con alas de tiburón colgando de sus fauces
Adónde voy cuando no alcanza con arrodillarse
Soy el pez en el anzuelo que desemboca en mi propia sed
Nadie te regala nada y está bien
Comprar, vender, atorarse de pasto seco
Y tragar como se pueda la única lágrima
Quién tiene un hijo o diez hijos y canta
Quién sonríe de verdad sin antes lamer e éxtasis de la
tristeza
Cada una lleva su ciudad oculta
El paso firme, una granada en los ojos
En el bar de
don Ramón
En el bar de don Ramón somos todos almas en pena
Bellos y dolorosos como los cinco minutos del amor
Manjares del solitario
Fluídas sus narices en qué perfume
Cae el vaso y derrama todas las lenguas
El vino es una calumnia
Balbucean algo parecido a cielo
Las hadas del mezcal nos acercan al cielo
Taos de la calle
falos que engullen migas
arrastran la carne el pan
y lo tragan
como a una sobra de invierno
Bienvenida mamita al oleaje del sudor
(el poeta clava un tramontina
como un verso inalcanzable que sacia)
Los miro y cruzo las piernas y los dedos
escondiendo si pudiera el temblor
En procesión carromatos ofrecen flores, yerba buena
La avenida es un espejo de pequeñas arañas
que se indigestan con seda amarga
Me voy deshaciendo en un pandemónium cristalino
Sostengo con un pie la moneda que dí
No sé si son las manos o la mesa
todo se mueve en redondo
La vida es un reloj y recuerdo a Borges
Sus senderos, sus esferas
El perfecto copo de nieve del que habló mi hijo
La carterita que trajo de la feria del Rastro
Y el no escribas mamá si no es preferible al silencio
Prófuga deshielo socavo el cielo tan triste
Don Ramón limpia el tiempo
Barre el escombro como a un lucero
Pasa la cuenta
Un vino
Una milanesa
Cinco pesos de cubierto
Y la copa deje nomás
Copa rota en mi boca partida
Camino en el patio de los suspiros
Cruzo San Telmo con sabor a ajo
Sin un peso. Con hambre
Sin embargo sonrío
Con la sinceridad generosa
De quien renuncia
A todo
a
Juampi
Fotografía
Subo la escalinata que me
lleva al barrio de San Blas.
Soy el gringo que deambula
por el camino de los santos.
Saco fotos y masco coca. La
altura redime. Un minuto sin oxígeno
y habrá tregua.
Conozco esas ausencias. Advierten
lo invisible que soy.
Entro en un callejón. Mis ojos
estallan en la Piedra.
Mineral de cofradías. Mercado de almas y cerdos y cabezas de pescado.
Trance. Música en el ombligo.
Doy la cámara para verme feliz.
Una imagen excesivamente
bella de Buenos Aires es una imagen muerta.
Pérdida de conocimiento.
Golpe en la nuca. Lo breve mil veces hambre.
Ruedan las fotos.
Toco los botones. Off. On. Rec. No puede parar.
San Salvador con lluvia y hembras
anoréxicas.
No distingo lo femenino de lo
humano.
Persigo la ráfaga. Zoom. Un
toque de alcohol para engullir.
Pisco. Aguardiente. Un algo
que me deje culo para arriba.
Y desde allí el latido, el
escombro, las monedas doradas de Sudamérica.
Otra vez Buenos Aires y una
boca llena de espuma.
¿Habré sacado yo esa foto, o
se disparan solas las balas, en las almas solas?
¿Y ésta que aparece en un velo
de atardeceres, la hamaca salvadoreña
con un hombre azul en vaivén
perdido?. Quién sabe si no es una voz llamándome desde la palidez.
¿Le habré respondido al menos
con un gesto, como si me importara?
Doy vueltas. No llego a darme cuenta hacia qué lado gira la
montaña rusa.
Y me hablan pero no sé quien habla.
¿ Zumbido del bosque?¿
Noctilucas?
O soy yo diciéndome lo que hubiera dicho.
Rever. Reverdecer árbol desde
el delirio. Fumo.
Rever. Ver. Besar. Arde.
Me desnudo en un I love you de letras fucsias.
Una gota de soborno. Sílabas
en la bombacha contra el suelo.
Quién mira detrás de la lente
las palabras sin significado.
No creo en las palabras. Ya
no creo más.
Acción.
Filmaré dos pasos antes de
perderme.
Brooklyn es mi puente favorito.
Dedos. Deseo. Derrumbe de
clics en blanco y negro.
Enumero los cinco sentidos.
Trago. Hinco. Guardo.
Tierra exquisita la espalda
del desconocido.
Voy a mirarlo hasta
la impiedad.
Clavo el reflector. Agrando
lo pequeño. Minimizo lo profundo.
Imagen quieta. Me salvo.
Luces de Lucifer en sueños, no
tengo hacia dónde ir.
Me contradigo porque quiero y
no quiero
la pesadilla que lleva lo
eterno en una foto.
Borrosa es la muerte. No veo
hasta dónde llega.
Sanguinolenta línea. Delicia.
Fuga.
El tiempo se arrastra.
No puse stop.
Seguí apretando. Más. Más.
Delay. Deleite. Bendición.
Inéditos
Silvia Montenegro, nacida en la ciudad de La Plata, Pcía. de Buenos Aires, vive en City Bell.
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