"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

viernes, 21 de diciembre de 2012

silvia montenegro, poemas de los que deambulan en esquinas sombrías


    





                                                        Huergo esquina Garay                                                                                                                                                                                                                         

                                                                                               Soy una víctima inocente de un callejón ciego
                                                                                                                                  Tom Waits


Doce horas esperaron niño y perro que el comedor abriera
y el baño abriera
y el agua saliera de las tripas solas
Solos quietos acurrucados

Alguien va a comerles la piel antes que de el cielo caigan  panes
Tulipanes
Restos de células madre sin madre
Que adónde están  
Si no se las llevaron  las placentas del viento

La fiebre en las chapas que se vuelan
Los ombligos  ahí perdidos entre la mierda y la esperanza

El comedor abrirá a las doce, cuando los vientres inflados sean lo único humano que les quede

La esquina de las horas.  La retina del murciélago

Afuera
Siempre vivir con los ojos así



                                                                                               a  Sofi




                                    Mujeres



Me siguen
caminan por la misma senda
saben que no tengo y sin embargo
parecen regocijarse

Soy la vaca flaca
los siete años de vacas flacas
No le pidan más velas a mis santos

Mujeres vendiendo al por mayor
lo que les quitaron al por menor

Adónde van con alas de tiburón colgando de sus fauces
Adónde voy cuando no alcanza con arrodillarse
Soy el pez en el anzuelo que desemboca en mi propia sed

Nadie te regala nada y está bien
Comprar, vender, atorarse de pasto seco
Y tragar como se pueda la única lágrima

Quién tiene un hijo o diez hijos y canta
Quién sonríe de verdad sin antes lamer e éxtasis de la tristeza

Cada una lleva su ciudad oculta
El paso firme, una granada en los ojos






                                 En el bar de don Ramón



En el bar de don Ramón somos todos almas en pena
Bellos y dolorosos como los cinco minutos del amor
Manjares del solitario
Fluídas sus narices en qué perfume

Cae el vaso y derrama todas las lenguas
El vino es una calumnia
Balbucean algo parecido a cielo

Las hadas del mezcal nos acercan al cielo

Taos de la calle
falos que engullen migas
arrastran la carne el pan
y lo tragan
como a una sobra de invierno

Bienvenida mamita al oleaje del sudor
(el poeta clava un tramontina
como un verso inalcanzable que sacia)

Los miro y cruzo las piernas y los dedos
escondiendo si pudiera el temblor

En procesión carromatos ofrecen flores, yerba buena
La avenida es un espejo de pequeñas arañas
que se indigestan con seda amarga

Me voy deshaciendo en un pandemónium cristalino

Sostengo con un pie la moneda que dí
No sé si son las manos o la mesa
todo se mueve en redondo
La vida es un reloj y recuerdo a Borges
Sus senderos, sus esferas
El perfecto copo de nieve del que habló mi hijo
La carterita que trajo de la feria del Rastro
Y el no escribas mamá si no es preferible al silencio

Prófuga deshielo socavo el cielo tan triste

Don Ramón limpia el tiempo
Barre el escombro como a un lucero
Pasa la cuenta
Un vino
Una milanesa
Cinco pesos de cubierto
Y la copa deje nomás

Copa rota en mi boca partida

Camino en el patio de los suspiros
Cruzo San Telmo con sabor a ajo
Sin un peso. Con hambre
Sin embargo sonrío
Con la sinceridad generosa
De quien renuncia
A todo



                                                                                                   a  Juampi






                                             Fotografía



Subo la escalinata que me lleva al barrio de San Blas.
Soy el gringo que deambula por el camino de los santos.
Saco fotos y masco coca. La altura redime. Un minuto sin oxígeno
y habrá tregua.
Conozco esas ausencias. Advierten lo invisible que soy.
Entro en un callejón. Mis ojos estallan en la Piedra.
Mineral de cofradías.  Mercado de almas y cerdos y cabezas de pescado.
Trance. Música en el ombligo. Doy la cámara para verme feliz.  

Una imagen excesivamente bella de Buenos Aires es una imagen muerta.
Pérdida de conocimiento. Golpe en la nuca. Lo breve mil veces hambre.

Ruedan las fotos.
Toco  los botones. Off. On. Rec. No puede parar.
San Salvador con lluvia y hembras anoréxicas.
No distingo lo femenino de lo humano.
Persigo la ráfaga. Zoom. Un toque de alcohol para engullir.
Pisco. Aguardiente. Un algo que me deje culo para arriba.
Y desde allí el latido, el escombro, las monedas doradas de Sudamérica.

Otra vez Buenos Aires y una boca llena de espuma.
¿Habré sacado yo esa foto, o se disparan solas las balas, en las almas solas?

¿Y ésta que aparece en un velo de atardeceres, la hamaca salvadoreña
con un hombre azul en vaivén perdido?. Quién sabe si no es una voz llamándome desde la palidez.

¿Le habré respondido al menos con un gesto, como si me importara?

Doy vueltas.  No llego a darme cuenta hacia qué lado gira la montaña rusa.

Y  me hablan pero no sé quien habla.
¿ Zumbido del bosque?¿ Noctilucas?
 O soy yo diciéndome lo que hubiera dicho.
Rever. Reverdecer árbol desde el delirio. Fumo.
Rever. Ver. Besar. Arde.

Me desnudo en un  I love you de letras fucsias.
Una gota de soborno. Sílabas en la bombacha contra el suelo.
Quién mira detrás de la lente las palabras sin significado.
No creo en las palabras. Ya no creo más.
Acción.
Filmaré dos pasos antes de perderme.

Brooklyn es mi puente favorito.
Dedos. Deseo. Derrumbe de clics en blanco y negro.
Enumero los cinco sentidos. Trago. Hinco. Guardo.

Tierra exquisita la espalda del desconocido.
Voy a mirarlo  hasta  la impiedad.
Clavo el reflector. Agrando lo pequeño.  Minimizo lo profundo.
Imagen quieta. Me salvo.

Luces de Lucifer en sueños, no tengo hacia dónde ir.
Me contradigo porque quiero y no quiero
la pesadilla que lleva lo eterno en una foto.

Borrosa es la muerte. No veo hasta dónde llega.
Sanguinolenta línea. Delicia. Fuga.
El tiempo se arrastra.
No puse stop.
Seguí apretando. Más. Más.
Delay. Deleite. Bendición.




Inéditos

Silvia Montenegro, nacida en la ciudad de La Plata, Pcía. de Buenos Aires, vive en City Bell.

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