dibuja la señal de la cruz en la frente, con el pulgar yo te curo todos, todos los males se escucha la voz de madre, yo te curo de la picadura de escorpión que trepó hasta tu roca y penetró tus abrojales y supo que podías morir montón de veces a veces gritando en la noche silente, otras en un silencio oscuro y denso en la noche despierta. yo te curo mi niña de tanto dolor, del desierto de sal en que has quedado, te curo la mueca, el destierro esa cicatriz empecinada de infarto que no mata la neurona perdida, los recuerdos quemantes yo te curo, mijita, de los campos de ortigas de la espina clavada, del vidrio filoso enterrado en la sien yo te curo muchacha de sueños masacrados del terror al olvido, de esa telaraña gris yo te curo mujer de tanta cosa perdida, la soledad te curo, de su olor en la piel, de sus ojos, su lengua, del susurro secreto, de la muerte te curo, de la resignación desbrida lenta la brumazón tronchada debajo del río los árboles desgajados caminan sobre el agua la desconsolada se hunde cree que levita sus pies mutilados danzan tocan el fondo atrapados ahora en telarañas verdeazuladas supe el peso exacto de la espuma agonizando en la orilla empujada por el viento sentí el calor del sol la lluvia del trópico empapó este cuerpo caminé en la playa noches de luna llena vi caer estrellas fugaces, una tras otra y dormí envuelta por la piel de un hombre que no me amó olfateo la almohada en busca de tu rastro, el perro recorre la casa con el hocico pegado al piso y se queda un largo rato en el cuarto el perro y yo sabemos sabemos de tu olor de fiera en celo de tu rápido pasaje, de tus laberintos y ahora te buscamos desesperados, un cataclismo que llega y nos borra del mapa buscamos tus huellas en la casa el perro se da cuenta, descubre en mi piel cada uno de tus rastros, me lame se va dejando caer y aúlla arrastro los pies por el centro de esta ciudad que me duele sobrevivo y la arritmia se acentúa marca un tempo decepcionado mártir izado quien creería este desangre de mariposas nocturnas y noctámbulas quien apostaría por mi vida sin saber de vos florecen escorpiones en mi cama en la tuya mi ausencia no se nota si hoy un auto, un rayo, un veneno acabasen con este cuerpo ido no habría pena seguro sería alivio vendavales sin misericordia beatos con chancros inician la procesión una trompeta de ángel en el infierno una hoguera helada sin redención.
María Laura Blanco Montevideo, Uruguay
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