"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

sábado, 15 de diciembre de 2012

el agua que tiembla, último libro de tani mellado





Cuerpos de la distancia


I
Las hojas del álamo trinan
como pájaros de piedra
en la costa del río.

El mejor pirata es un ahogado
o un niño desnudo
cubierto de musgos.

¿Besaste a un pirata?

Cuando bajé a la espesura
parecía la muerte
esa quietud
pero era un sueño nomás,
el de la siesta y el calor
que me aplastaba.

El aire es agua que respira
cuando el viento silba
en las cicatrices
de los árboles.

No pienso palabras en la altura
pero un pirata tiene
un nombre bello.

Cecilio, Lauro, Julien.

Un pirata vive extraviado
 hasta que descubre
el milagro de los peces.

¿Viste un pirata de cerca?

¿Sus ojos?

Grandes y oceánicos,
a veces pastosos
por las algas.

¿Y los barcos?

Parecen las alas
de un animal líquido
que se incendia
en el viento.

Tiemblan los verdes
en el aire.
Lauro, el frío y la intemperie 

I

Lauro me han dicho
que es tu nombre.

¿Tenés frío en las manos?

La nieve trajo al niño blanco
frágil como un pájaro
de vidrio.

Amé pronto al niño
tan débil, tan hermoso,
el cristalino.

El agua se escarchaba
cerca suyo
o se agitaba como la hoja
de un álamo
en la tormenta.

Un día habló de niños perdidos
y niñas ahorcadas
en la costa,
de islas que parecían azúcar
sobre la negrura de un mar
sin fondo.

Después se calló.

La tristeza del niño no era mía.

El niño será un pirata
a pesar de sus pies pequeños.

  

II

El frío se amarraba a Lauro
como un siamés pesado
y transparente.

En la inclemencia recordaba
la hechura del origen,
la cicatriz que roía
otra intemperie.

La infancia le crecía
desde adentro.

Latía.

Cuando cortó las aguas
escuchó el embrión de un eclipse
abriéndose en el pecho.

El viaje agrietaba la luz
hasta estallarla.

Un niño también puede
ahogar su carne
en el olvido.





 Las alas de Julien mientras la boca


I

Julien tiene lengua de mar
como algunos animales.

Suena a piedra arrastrada
sobre la costa libre,
a dientes que tiemblan
por el frío,
un almendro que crece
bajo el agua
y florece.

Él habló una vez
trenzando la marea.

Antes de abrir la boca
se le oía el cortarse las alas
para el vuelo.

Un graznido quizás
o una pequeña gota
golpeó la quietud lisa
de los aires 
y el azul fue una palabra
y la palabra
un precipicio.



 II

Escucho el aliento
que sale de tu boca
abierta
en pliegue.

Débil.

La desdicha se relame
con tu fragilidad,
la atrae como la sangre
a ciertos animales.

Tu herida se parece 
a una piedra negra
con un hueco
en el centro.

La arrojo al mar
donde la profundidad es
el sueño
de la superficie.

A la altura del sol
te crecerán las alas.
  

III

No me quemaré cerca del sol.

La lluvia entibiará la corteza
del agua
y el calor será un párpado
cerrado.

Antes de dormirme
en tus alientos
seré el que flota lento,
boca abajo.

Veré hacia el fondo
del mar.

En el fondo del mar
veré el brillo de los peces
cosido
como antorcha
a sus escamas.

En el fondo del mar
veré sus cuerpos
luminosos.

La luz que ofrecen
enciende
la oscuridad
de la presa.





Cecilio entre los ojos

I

El alba tala la espesura
 del frío.

Cecilio imagina un padre
sentado al borde
de sus horas.

La luz se arrastra
sobre el padre imaginado
entre las ramas del viento
y el desierto.

¿Qué noche ofrecerá sus juncos
para trenzar el pan negro
de tu hambre?

Sobre un monte de piedras
Cecilio se recuesta
a escuchar los ecos
de la espera.

Su soledad tiene la belleza
del árbol que florece
en los inviernos.



 II

Cecilio supo pronto que robar
es navegar
mirando de costado.

Amó el amor como al fuego
en los motines
desbordándole los ojos
la corteza.

Encontró sosiego en los incendios
acechados de pliegues
en las llamas,
esa corriente nacarada y sola
que traspasa los umbrales
hacia adentro.  

Cuando su mano fue un impulso,
un arrebato,
no tuvo miedo.

Lo propio pesa lo mismo
que lo ajeno
cuando la noche
es un cartón ahumado
alejándonos del frío.



 Luciana Mellado

de 'El agua que tiembla", Ediciones del Dock, 2012

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