Cuerpos de la distancia
I
Las hojas del álamo trinan
Las hojas del álamo trinan
como
pájaros de piedra
en la costa del río.
El mejor pirata es un ahogado
o un niño desnudo
en la costa del río.
El mejor pirata es un ahogado
o un niño desnudo
cubierto
de musgos.
¿Besaste a un pirata?
Cuando bajé a la espesura
parecía la muerte
¿Besaste a un pirata?
Cuando bajé a la espesura
parecía la muerte
esa
quietud
pero era un sueño nomás,
el de la siesta y el calor
que me aplastaba.
El aire es agua que respira
cuando el viento silba
en las cicatrices
pero era un sueño nomás,
el de la siesta y el calor
que me aplastaba.
El aire es agua que respira
cuando el viento silba
en las cicatrices
de
los árboles.
No pienso palabras en la altura
pero un pirata tiene
No pienso palabras en la altura
pero un pirata tiene
un
nombre bello.
Cecilio, Lauro, Julien.
Cecilio, Lauro, Julien.
Un
pirata vive extraviado
hasta que descubre
el milagro de los peces.
¿Viste un pirata de cerca?
¿Sus ojos?
Grandes y oceánicos,
a veces pastosos
el milagro de los peces.
¿Viste un pirata de cerca?
¿Sus ojos?
Grandes y oceánicos,
a veces pastosos
por
las algas.
¿Y los barcos?
Parecen las alas
¿Y los barcos?
Parecen las alas
de
un animal líquido
que
se incendia
en
el viento.
Tiemblan
los verdes
en el aire.
en el aire.
Lauro, el frío y la intemperie
I
Lauro me han dicho
que es tu nombre.
¿Tenés frío en las manos?
La nieve trajo al niño blanco
frágil como un pájaro
La nieve trajo al niño blanco
frágil como un pájaro
de vidrio.
Amé pronto al niño
tan débil, tan hermoso,
Amé pronto al niño
tan débil, tan hermoso,
el cristalino.
El agua se escarchaba
cerca suyo
o se agitaba como la hoja
cerca suyo
o se agitaba como la hoja
de un álamo
en la tormenta.
Un día habló de niños perdidos
y niñas ahorcadas
Un día habló de niños perdidos
y niñas ahorcadas
en la costa,
de islas que parecían azúcar
sobre la negrura de un mar
sin fondo.
de islas que parecían azúcar
sobre la negrura de un mar
sin fondo.
Después se calló.
La tristeza del niño no era mía.
El niño será un pirata
a pesar de sus pies pequeños.
La tristeza del niño no era mía.
El niño será un pirata
a pesar de sus pies pequeños.
II
El frío
se amarraba a Lauro
como un
siamés pesado
y
transparente.
En la
inclemencia recordaba
la
hechura del origen,
la
cicatriz que roía
otra
intemperie.
La infancia
le crecía
desde
adentro.
Latía.
Cuando
cortó las aguas
escuchó
el embrión de un eclipse
abriéndose
en el pecho.
El viaje
agrietaba la luz
hasta
estallarla.
Un niño
también puede
ahogar su
carne
en el
olvido.
Las alas de Julien mientras la boca
I
Julien
tiene lengua de mar
como
algunos animales.
Suena a
piedra arrastrada
sobre la
costa libre,
a dientes
que tiemblan
por el
frío,
un
almendro que crece
bajo el
agua
y
florece.
Él habló
una vez
trenzando
la marea.
Antes de
abrir la boca
se le oía
el cortarse las alas
para el
vuelo.
Un
graznido quizás
o una
pequeña gota
golpeó la
quietud lisa
de los
aires
y el azul
fue una palabra
y la
palabra
un
precipicio.
II
Escucho el aliento
que sale de tu boca
abierta
en pliegue.
Débil.
La desdicha se relame
con tu fragilidad,
la atrae como la sangre
a ciertos animales.
Tu herida se parece
a una piedra negra
con un hueco
en el centro.
La arrojo al mar
donde la profundidad es
el sueño
de la superficie.
A la altura del sol
te crecerán las alas.
III
No me quemaré cerca del
sol.
La lluvia entibiará la corteza
del agua
y el calor será un párpado
cerrado.
Antes de dormirme
en tus alientos
seré el que flota lento,
boca abajo.
Veré hacia el fondo
del mar.
En el fondo del mar
veré el brillo de los peces
cosido
como antorcha
a sus escamas.
En el fondo del mar
veré sus cuerpos
luminosos.
La luz que ofrecen
enciende
la oscuridad
de la presa.
Cecilio entre los ojos
I
El alba tala la espesura
del frío.
Cecilio imagina un padre
sentado al borde
de sus horas.
La luz se arrastra
sobre el padre imaginado
entre las ramas del viento
y el desierto.
¿Qué noche ofrecerá sus
juncos
para trenzar el pan negro
de tu hambre?
Sobre un monte de piedras
Cecilio se recuesta
a escuchar los ecos
de la espera.
Su soledad tiene la belleza
del árbol que florece
en los inviernos.
II
Cecilio
supo pronto que robar
es
navegar
mirando
de costado.
Amó el
amor como al fuego
en los
motines
desbordándole los
ojos
la
corteza.
Encontró
sosiego en los incendios
acechados
de pliegues
en las
llamas,
esa
corriente nacarada y sola
que
traspasa los umbrales
hacia
adentro.
Cuando su
mano fue un impulso,
un
arrebato,
no tuvo
miedo.
Lo propio
pesa lo mismo
que lo
ajeno
cuando la
noche
es un
cartón ahumado
alejándonos
del frío.
Luciana Mellado
de 'El agua que tiembla", Ediciones del Dock, 2012
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