"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

domingo, 8 de abril de 2012

prólogo escrito por el poeta daniel battilana, de "territorios", ediciones del dock...






El espesor intacto
… mientras el cuerpo nos susurra la vida emocional de las palabras. D.B.

La forma en que habita la mente el lenguaje no es igual a como habita la mente la imagen; el lenguaje es psiquismo, un alimento que habitamos. Y con esto digo al revés de la creencia que considera al lenguaje un habitante de la mente, el intruso en la mente es la imagen. Del poema humano (la naturaleza es un poema analfabeto) emana un psiquismo, es la copia de un complejo anímico, un campo susceptible a las deformaciones, al disfrute de las etimologías del mundo, de las etimologías del cuerpo de lo vincular que demora o precipita. Yo no querría fallar en el vislumbre de este cuerpo que me ofrecen como territorio, sólo sé torpezas mías para un lector llegado antes o después a esta notita, que él mismo ofrezca sus ejemplos y refute y valide, todos nos recompensamos de tu acto creativo, muy creativo. Este libro es una epístola, es ese campo que excita en forma solidaria a otro cuerpo, un territorio de bordes romos que se narra. Este no será un territorio para entrar, no, es uno para recibir; a los cuerpos no se entra ni se sale. Más que en las experiencias reales que gestan Territorios, yo me fijaría con cuidado en las experiencias inconclusas que lo excitan. Excitar es aquí el destino de un cristal que reposa vibrando, es su razón.
Sepamos que algo me hace recordar a esa mitológica certeza de cuando el hombre Tzomtecomatl (cabeza) y la mujer Tzompachtli (cabellos de cierta hierba) vivían faltos de cuerpo, y entonces él metiendo la lengua en la boca de la mujer hace que ella engendre un cuerpo completo, hace que ella restaure lo posible de un cuerpo que lo puede todo, una nave de tiempo con un corazón replicante, un corazón entusiasta. Nace así el único artefacto donde naufragamos en un siempre posible, el cuerpo. Me gusta pensar aquí al cuerpo; el libro me deja, como una botella en un mensaje; la viceversa de esta idea es suponer que alguien ha arrojado desde nuestro nacimiento una botella a la deriva en un cuerpo-mensaje, ¿Quién lee este cuerpo? ¿Alguien también se arroja entres las botellas para el nacimiento del amor?
Para la poesía –decía Giovanni Páscoli- la juventud no basta; se requiere la infancia. Del contacto entre estas esencias formalmente confusas, lo circunstancial de la edad y el recuerdo de sus voces, conservamos una matriz de deseo, deseo de escritura, deseo de forma; siento que este libro está escrito por la niña más madura de sí misma que es posible ser, ella ha puesto a la mujer que es. En un estado de “duda útil” y con un constante tono, se alude con todas las alusiones epigamáticas propias de su género; pero este género la desnuda, no le falsea una bandera; no existe aquí algo de ese género que acuartela para reñir desde la ambigüedad. Gran acumulación de lo reciente olvidado; gran control del sentido hace que en general quede la emoción segregada al hiato de las interrupciones formales, buscadas. Sí, el suyo es un sistema de hiato, del más culto hiato, fruto de algo que Boccardo sabe que no quiere esté presente en su poesía, lo extrae; veo lo que quita, hay que leer lo que no se escribe, se impone escuchar. Hay siempre algo inmaterial en los mensajes y es lo que se mueve de nosotros. La emoción nos necesita inadecuados y deformables de otro modo no nos reconoce, no me refiero a un lenguaje deformado pues ya lo es cualquier cosa que imite al cuerpo, sino a dejarse deformar lo invisible por lo invisible del poema.
Si para honestarse, ella ha puesto en peligro lo secreto, bienvenido este honestarse tan bien escrito. Escribir quizá nos miente una permanencia. Catalina ahora sí, con tu permiso, quiero escribir algunas exageraciones: tu poesía trialoga con la voluntad, con el sentido y con el deseo, los tres pilares de la existencia (hay un cuarto, lo omito ahora); su desesperación acude a una crestomatía de útiles momentos (yo sé que asustan estas palabras), vos no necesitaste de las defensas que impone lo lírico, de sus restricciones ociosas. Tu libro es un retiro que simula la pausa de un cantar y para esta sugestión tengo esta analogía de encuentros: en maya carne se dice BAK´ y en sánscrito palabra como fenómeno se dice vac, esta es la palabra que habita el cuerpo, y se distingue de ҫabda que es la palabra ya en su estado sonoro, la palabra mientras se la pronuncia. No trato de comparar términos aquí, sino de unir, de coadunarlos para regalarte algo, quizá para confirmarte, sin fingidas simplezas, que es verdad: carne y palabra son lo mismo. La palabra propone un alma para el cuerpo y ese cuerpo producido (poiemata) es realidad sujeta al hacer (poiein) ¿El hacer de la intuición?
Sé que lograste no explicar ni saber nada de espesores y, por el mérito de la preocupación humana que antecede al poema, consumaste sí, algo especial: mostrar que la poesía no proviene siempre de lo mismo; y dejo para mí la solitaria función de ver rezumar al verbo tal como es, el más potente de nuestros adjetivos, el único capaz de sustantivar al ser intacto.
Elegir, como ha elegido Catalina Boccardo, este libro y esa carta es en realidad un acmé en su planteo y en su título, y no es poca esta palabra que dedico a sus motivos. Es un acmé el tuyo completo.

Daniel Battilana, Haedo, octubre 2011

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