"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.
domingo, 8 de abril de 2012
la poeta clara vasco escribió este prólogo para "el jardín santo"...
Viaje al jardín
La indagación como motor de vida, el asombro ante la vastedad del mundo, el buceo en las aguas del ser. Catalina va en la noche encendiendo e incendiando hasta abrir camino y discernir. En este viaje por los cuatro elementos ella es su propio blanco y lanza flechas por curiosidad, para ver adónde caen. Ella nombra y renombra las cosas, las deshoja y las vuelve a reunir de un modo totalmente propio que la describe y nos describe: “cielo opresivo/mar dado vuelta/cáscaras de mariposa”.
En “Jardín Santo”, la lengua juega y habla desde todas sus acepciones. El cuerpo es lenguaje que se transita como un mapa, como una multitud de presencias animadas. El cuerpo es verbo. Existen también el lenguaje secreto, y el lenguaje solitario de la infancia. De “muñecas sin voz” hasta la mujer que expresa con voz clara y certera. A pesar de “la lengua domesticada”, hay un yo con sentimiento de pertenencia al universo, cercano al “sentimiento oceánico” que expone Freud en El malestar de la cultura. En este jardín la autora convive con una variada y simbólica cantidad de seres, donde “todos los pequeños corren riesgo”. Humanos, animales, flores, frutas, insectos, trenzados en combate y hermandad.
Catalina cruza incesante los límites del propio cuerpo y lenguaje, para consubstanciarse con otras materias y elementos. Consubstanciación que llega a la fusión íntima “savia como sangre”, “engullí un pez frío”.
La lucha es entre el dominio que reprime, y la libertad para el cuerpo que habla. El extremo de las palabras que “dicen basta/o no dicen”. Un cuerpo que desborda vida y rompe los límites de la piel, de las sentencias, de los fallos del silencio. Es el cuerpo que ata y el que libera, casa de la ternura o del poder.
En cada una de las cuatro partes del libro se juegan con distinta intensidad los elementos. La unión con la naturaleza es primordialmente sensual. Es un viaje que atraviesa el fuego la ceniza, el agua, el aire y el barro. En “Monte” y “Jardín Santo” estalla la influencia de la provincia de formosa, paisaje de esteros y bañados, insectos, víboras, yacarés y aves, con los que convivió la autora en su infancia. En “Bitácora”, libro de viajes, a la naturaleza se unen la calle, la ciudad, los personajes urbanos. Pero siguen allí las aves a las que ella les habla como amigas.
En “Nómadas” se desgranan el diálogo interior y el discurso amoroso. Cazadora y presa en la noche inaprensible del amor, la voz poética viaja nómade por la “tierra partida”. El deseo, la precariedad del instinto, lo furtivo.
No quedan fuera de este libro la reflexión sobre el tiempo, la herencia afectiva, lo que rodea, y lo que es núcleo. Todo es materia de asombro y pregunta, a través de una escritura que es por momentos fotográfica, sintética, muy austera en el uso de verbos y artículos, lo cual la hace misteriosa, simbólica. Y la sensualidad, que recorre cada verso y nos despierta.
Dalias rojas y profundas, sueños de transparencia, continentes como nidos. Fundida con los seres vivos, Catalina pertenece al todo, al mundo. Desde allí cobra sentido la existencia.
Clara Vasco
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Exelente análisis de la obra Clarita. Tan bello que dan gamas de leerlo. Graciela Messana
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