TODOS QOM
El
sueño me pesa como
una moneda sobre los ojos, estoy dormido y la Luna debe ser esa moneda que ha venido a pagarme
con plata la vida que me acaban de quitar. El pájaro qom duerme a mi lado con
su retacito de bandera en el pico. A mi pájaro y a mí nos gustaba dormir al
sereno en las noches de verano y ahora es verano, por eso debe ser que el
pajarito y yo nos hemos dormido al sereno. Y estamos solos, ahora estamos solos,
hace un rato estábamos con nuestros papás y mamás y hermanos, todos qom, aquí,
en Formosa. Tenemos que estar así de juntos para que no nos despojen de las
tierras ni nos maten.
A mi pájaro y a mí
no nos gusta que nos maten, por eso dormimos juntos bajo la Luna. Y el tipo ese que me
ha golpeado el cráneo y la cara cree que nos ha matado pero estamos aquí,
durmiendo bajo la Luna.
-¡Imer! ¡Imer!
Haceme un lugarcito a tu lado.
-Escuchá, pajarito,
es Juan Daniel, a él también han creído que lo mataban.
-Vamos a dormir
todos juntos, Imer. Ya van a venir Sixto, Roberto, Lila, Celestina…
-Todos qom, todos
juntos.
-Imer, ¿escuchás a
esa mujer que llora, allá lejos?
-No llora, reclama,
implora. Ella quiere cubrir con tierra los restos de su hermano, darle
sepultura digna.
-Su hermano está
como nosotros, con la muerte al aire todavía, ¿no, Imer?
-El que llora es mi
pájaro, porque lo trataron de separar de mí, pero ya volverá a volar. Él solito
se va a desprender de mi piel y volverá a volar.
-Imer, la que grita
es una mujer que también anda con un pájaro.
Juan Daniel había
escuchado la voz arcaica de Antígona, “el dolor y la rabia de Antígona por
todos los rincones de América”, como dice Gustavo Restrepo.
Sixto, Roberto, Lila
y Celestina se van acercando desde sus respectivos sueños para unirse a Imer y
Juan Daniel. Ahora yacen todos juntos, derramando flores de sangre como rojas
flores de ceibo sobre la tierra.
Todos tobas, todos
pilagás, como cuerpos sin identidad, como cuerpos sin nombre ni rostro.
Todos mapuches,
todos kollas, como almas despiertas en cuerpos dormidos.
Todos ranqueles, todos
piaroas, durmiendo con sus muertes de ojos abiertos.
Todos wayúus, todos
tupíes, sin un puñado de tierra ni para echarlo sobre sus cadáveres.
Todos charrúas,
todos guaraníes, todos Timoteo Francia, el filósofo qom devastado por la tuberculosis
en 2008.
Poco a poco la Luna va dividiendo sus rayos
de plata en monedas, para cubrir los párpados de los difuntos igual que hacían
los antiguos griegos. Con esa moneda, el alma le pagaría a un barquero que los transportaría
al más allá. Y la Luna
quiere que estos hermanos qom suban a la canoa y naveguen a contracorriente,
Bermejo arriba, o Paraná abajo, ellos sabrán, pero que naveguen. Y troquela
muchas monedas de plata porque vienen llegando de todas las selvas, de todos
los Andes, de todas las llanuras.
-Todos son flores de
sangre con ojos de plata, dice la
Luna.
Pero son tantos los
hijos de las etnias americanas despojados de sus tierras y sus vidas que, al
final, la Luna
se ve obligada a quitarse sus propios ojos plateados y convertirlos en monedas para
poder dejarlas sobre los párpados cerrados. Durante la noche larga repartió
monedas de plata, hasta un ratito antes del amanecer, cuando se cubrió las
órbitas oculares con una cinta blanca de nubes, como si fuera la imagen de la Justicia.
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