"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

sábado, 5 de marzo de 2011

erótica lentitud



"(...) Cuando mediante un juego del intelecto, ella convierte un beso en un acto de resistencia, nadie se lleva a engaño, ni siquiera el caballero, quien, no obstante, debe tomar sus comentarios con total seriedad, ya que forman parte de una iniciativa del espíritu ante la que debe reaccionar con otra iniciativa del espíritu. La conversación no está para llenar el tiempo, sino que, al contrario, es ella la que organiza el tiempo, la que gobierna e impone leyes que hay que respetar.
Final de la primera etapa de su noche: al beso que había concedido al caballero para que no se sintiera demasiado halagado le siguió otro, los besos "se atropellaban, entrecortaban la conversación, la reemplazaban". Pero, de pronto, ella se levanta y decide emprender el camino de regreso.
¡Todo arte de la puesta en escena! Tras la primera confusión de los sentidos, hubo que señalar que el placer del amor no es todavía fruto maduro; hubo que elevar su precio, hacerlo más deseable; hubo que crear una peripecia, una tensión, un suspense. Al volver con el caballero hacia el castillo, Madame de T. simula un deslizamiento hacia la nada a sabiendas de que en el último momento dispondrá de todo el poder para darle un vuelco a la situación y prolongar la cita. Para ello bastará una frase, una fórmula, como decenas de las que conoce el arte secular de la conversación. Pero por un especie de inesperada conspiración, por una imprevisible falta de inspiración, es incapaz de encontrar alguna. Está como el actor que de repente olvida sus texto. Porque, efectivamente, tiene que conocer el texto; no como ahora, cuando cualquier jovencita puede decir, quieres, quiero, ¡no perdamos el tiempo!
Para ellos, esta franqueza se encuentra detrás de una barrera que no pueden franquear a pesar de sus convicciones libertinas. Si ni a uno ni a otro se le ocurre a tiempo idea alguna, si no encuentran pretexto alguno para seguir con el paseo, se verán obligados, por la simple lógica de su silencio, a volver al castillo y, una vez allí, a despedirse el uno del otro. Cuánto más les apremia a los dos la urgencia de encontrar un pretexto para detenerse y enunciarlo en voz alta, más atadas paracen sus bocas: se ocultan ante ellos les piden desesperadamente ayuda. Por eso, al acercarse a la puerta del castillo, "gracias a un instinto mutuo, nuestros pasos se hacían más lentos".
Por suerte, en el último momento, como si el apuntador se hubiera por fin despertado, ella vuelve a encontrar su texto: ataca al caballero: "Estoy un poco descontenta de usted..." ¡Por fin, por fin! ¡Todo está salvado! ¡Ella se enfada! Ha encontrado el pretexto en una simulada irritación pasajera que prolongará el paseo: ella era sincera con él; entonces, ¿por qué no le ha dicho una sola palabra de su bienamada, de la Condesa? ¿Rápido, rápido, hay que dar explicaciones! ¡Hay que hablar! Se reanuda la conversación y se alejan otra vez del castillo por un camino que, esta vez, los llevará sin tropiezos al abrazo de amor. (...)"



milan kundera nació en bruno, antigua checoslovaquia, en 1929, y desde 1975 vive en francia, país en el que se nacionalizó

de "la lentitud", ediciones tusquets, barcelona, 1995

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