Miro estos rincones con sol,
recuerdo la sombra,
tengo la certeza
de no estar ni equivocada ni rota.
El dorado se cuela en las paredes
y las colas
de los perros entre mis piernas
y seguro, estoy viva.
Un llamado, y el teléfono
no habla sólo emite,
tengo la certeza
de no ser la que miente.
Ya me acerco al sol
como un perro que busca su mano,
¡desesperado!
a fuerza de estar atrapado.
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