
El poema debe dejarse morder/ por un hombre casi
como en el silencio.
El afilado cuchillo de la escarcha/ llama a la puerta elegida/
entonces: el sentido (sin) de las cosas/ llanas hablan
por su cuenta sin decir/ nada de la plegaria que atardece
con la sangre.
Penetrarán la noche/ el frío/ en (ti) nieblas.
De allí el vacío y la letra con la daga.
Es como la madera misma del ataúd, que los otros soñaron.
Para uno.
Las cuatro esquinas de la cruz/ que cargaremos en gozo/
por la calle incorporal.
Se termina/ la última palabra/ del último verso/ de la última estrofa.
Todos los días, es el fin del mundo.
Escribirte
No
tu nombre y tu rostro
no pueden ser en vano.
Nada
del mundo entregado
nada porque sí.
Todo
te nombra y desmiente
todo lo nombrado.
Si
escribirte pudieras
si tan solo pudieras.
Centelleaban
Centelleaban al fondo
la ilusión y el olvido
en la nube de mi mente
mi memoria.
En torno a un sueño
giraba a veces mi mano
y en la mansa luz
la palabra.
Del hondo follaje
que al río ha caído
en la nube de mi mente
mi memoria.
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