Me levanto de la pista de baile.
Qué ridículo haber estado allí
sombreada de piso.
Y como un volcán escénico
el neceser desparramado
(cubriendo también
esos pasos difíciles
de sugerencias y resignaciones).
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Sobre el pedal de la máquina de coser
me voy,
casi perfecto el camino del hilo
hacia el precipicio de la tela.
Deshilachado el movimiento
atonta mi paso irregular,
¿Cómo seguir ante el cuerpo
si una y otra vez la decisión no espera?
Entonces desvío mi contacto
y resbalo
por todo lo que falta.
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Apañado por la música del lugar
solo describe con su mano
los pechos ocultos de la mujer que lo mira
y es tanta la historia
que perdió haciendo señas
que teme otra vez
quedar llorando sobre el dibujo
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