los abanicos me acompañan desde muy chica. don paco, un vecino español, me regaló mi primer abanico que aún conservo. no recuerdo su cara, apenas una vaga imágen y una voz con acento seseante.
también tengo otro recuerdo: mi abuela formoseña apantallándose en días tórridos. aquel resfrescante elemento de viento: las pantallas artesanales de hojas de palmera.
estos pequeños artefactos me envuelven en la ensoñación, su aire que va y viene alrededor. lejos de maquinarias tecnológicas.
una comunicación de las manos y de los ojos, mientras acompasamos el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario