Y bueno
Los viejos se equivocan
no por gusto ni por joder a nadie
sino por propia equivocación. Perdonémoslos
cuando vienen del jardín y traen un balde de agua
al dormitorio como si vinieran
a regar un clavel.
Ponen las llaves en sitio inhabitual
o se les cambia en la boca
la palabra precisa, dicen otra que sacan
vaya a saber de dónde.
Con los nonmbres de la gente anda mal,
a uno que se llama Juan le dicen Miguel,
a otro no sé quién sos vos
y el hombre contesta ¡Bah!
¿Qué no anduvimos juntos en lo de?
Así hasta que, amén de algún dolor,
ingresan al silencio donde nadie se equivoca.
del libro Aún ir a unir, de J. L. Escudero
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