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EL ÚNICO TESTIGO
(...)
III
El poco espacio que hay entre el umbral y el árbol
basta para que aún te abalances y te mueras
y que crea en la luz revivir
de la umbría que fuiste.
Y que olvide yo
mientras grita tu cara en todas las paredes,
oh, ménade tal vez reconciliada
con tantas sombras venturosas en la piedra.
de "Del movimiento y de la inmovilidad de Douve", traducción de Carlos Piera, ed. Colección Visor de Poesía, 2000
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