uno
Si el ojo se abre
la flor deja escapar un
aliento
de mirada
con párpados sinuosos
con luces asombradas
sin sombras
fluye en el aire
y al ver su muerte
se detiene
se aquieta
cierra los pétalos
No sea que la oscuridad
penetre
Que la tormenta
se instale en las pupilas
que se obligue a ignorar
el paradero
la vía del tren traspasando
la garganta
con la sangre
vociferando a tientas
por callejones de esparto
de rostros denegados
sin ventanas
de garras emergiendo
de lenguas rígidas
con escupitazos
y cerco de púas
y espinas camufladas
donde se entierre la carne
Donde te nombre.
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veinticuatro
Cerraré esta carta
con un candado
para que no pueda abrirse
y que al cegar imponga
el silencio.
Escrita
sobre la piel de un cuerpo
sólo la mirada
puede esconder
su nombre.
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cincuenta y tres
La ruptura
patinó el engranaje
se vistió de broncas
y esperpentos
se quebró en una tos
destruyendo
la calle
la dirección
el sentido
poniendo cada cosa
en un lugar distinto
decir: estoy
huyendo
más solo
más lejano
más al fondo
al final de la tarde
cuando los pájaros
se recluyen
en las oquedades
de un camino que no lleva
a ningún sitio
y demanda
el fragor
de los intentos
cerrar la fragua
sacar la sangre.
esteban cabañas de "latido que no cesa", paraguay, ed. arandurá, 2010
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