Llevo acostada largo tiempo...
Llevo acostada largo tiempo
en la orilla. Mis pechos
son colinas cubiertas de hoja seca.
... Levanto la cabeza y me contemplo:
en mis muslos el vello a punto de ser vello,
me incorporo: la hierba a punto de ser hierba,
doy un paso y despierto al agua
a punto de ser agua,
se asusta un ave negra a punto de ser ave a punto
de ser negra...
Un resplandor me ciega:
el bosque me contempla, a punto de ser bosque,
a punto de ser tuya.
De "Hainuwele" 1990
Chantal Maillard. La otra orilla.No existe el infinito...
No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
... y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.
De "Matar a Platón" 2004. Chantal Maillard.
"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.
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miércoles, 25 de julio de 2012
domingo, 4 de marzo de 2012
la palabra presidenta

7 de abril de 2011
‘Presidenta’, en femenino: es correcto
por Manual
Circula por internet un documento que aduce una serie de razones pseudogramaticales para censurar el uso del femenino presidenta, que, sin embargo, está aceptado por la RAE.
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Circula por internet un documento que aduce una serie de razones pseudogramaticales para censurar el uso de femeninos como presidenta. La parte fundamental de la explicación dice:
El participio activo del verbo atacar es “atacante”; el de salir es “saliente”; el de cantar es “cantante” y el de existir, “existente”. ¿Cuál es el del verbo ser? Es “ente”, que significa “el que tiene entidad”, en definitiva “el que es”. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación “-nte”. Así, al que preside, se le llama “presidente” y nunca “presidenta”, independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
Esta argumentación se basa en tres afirmaciones:
que el participio activo del verbo ser es ente,
que la terminación -nte que añadimos a los participios activos de los verbos procede de ente,
que dicha terminación se toma de ente porque este denota entidad o significa ‘el que es’.
Sin embargo:
1. El participio activo del verbo ser no es ente. El único participio que actualmente tienen, de forma general, los verbos españoles, es el de perfecto (por ejemplo sido, para el verbo ser, o comido para comer). Solo algunos verbos tienen entre sus derivados los llamados participios activos, que hoy se consideran sustantivos (como presidente) o adjetivos (como atacante o cantante). El verbo ser tuvo en el pasado una forma de participio activo hoy perdida, pero no era ente sino eseyente.
2. La terminación -nte no procede de ente. Nuestro sustantivo ente (que, como se ha dicho, no es el participio del verbo ser) sí que deriva, sin embargo, de ens, entis, participio de presente del verbo latino esse (‘ser, estar’). Pero el hecho crucial no es que el participio del verbo ser en latín tuviera esta forma entis, sino que todos los participios de presente del latín tenían esta misma forma: e-ntis, ama-ntis, lege-ntis, capie-ntis, etc. Obviando la raíz verbal y la vocal temática que quedan a la izquierda del guión, en todas estas formas lo que encontramos es la secuencia -nt- y la terminación -is, desinencia de caso genitivo.
Esta secuencia -nt- es un infijo, un elemento que se inserta en el interior de una palabra, y es una marca morfológica que indica un subtipo concreto de declinación por el que se guían algunas de las palabras que forman parte de la tercera declinación latina. Este mismo infijo, y este mismo submodelo de declinación (llamado precisamente temas en -nt-), está presente también en otras lenguas, como el griego clásico. Aunque por este modelo de temas en -nt- se declinan solo unos pocos sustantivos y adjetivos, en la práctica es muy productivo, porque es el modelo por el que se declinan todos los participios de presente activos de todos los verbos latinos y varios de los participios del griego clásico.
3. La terminación -nte no se toma de ente porque este denote al ser. El hecho de que esta secuencia -nt- aparezca no solo en ente, sino en todos los participios de los verbos latinos e incluso en otros adjetivos (como prudentis, ‘prudente’), sustantivos (como /leontos/, ‘león’ en griego) y determinantes (como /panta/, ‘todo’ en griego) prueba que esa -nt- no ha sido nunca, a lo largo de su historia, marca de entidad o de existencia. Nunca, por sí sola, ha denotado al ser, al ente. Llegó a denotar, en latín, al ente al entrar en interacción con el verbo ser, pero entró en contacto con este verbo, como entró en contacto con todos los demás verbos latinos, pues no es más que una marca morfológica de la que los verbos se sirven para declinar una de sus formas no personales, el participio.
Lo que históricamente existe es este infijo -nt- y no la terminación -nte. Recordemos que en las formas amantis o legentis la terminación –is es marca de genitivo, pero este es solo uno de los seis casos que tienen las declinaciones latinas. Estas declinaciones establecen distintas terminaciones en función del caso, del género y del número: un participio como entis puede tener potencialmente hasta 24 desinencias, es decir, 24 terminaciones después del infijo -nt- (entem, entis, enti, entium, entia, etc.) que se encargan precisamente de marcar el caso, el número y el género. Nada, por tanto, en la morfología histórica de este elemento -nt- impide que las palabras que se forman con él tengan una forma distinta para el género femenino; es más, históricamente este infijo ha formado parte de palabras que explícitamente diferenciaban el género.
Por último. Es cierto que el español conserva este infijo fundamentalmente en la terminación -nte, y es fácil caer en el error de creer que la emplea solo para referirse a la persona que realiza la acción del verbo (presidente el que preside, cantante el que canta, atacante el que ataca). Sin embargo esto no es una verdad absoluta: ni todos los verbos se refieren al agente con esta terminación, ni siempre que esta terminación aparece se asocia a la persona que lleva a cabo la acción del verbo.
Los que luchan, los que inventan, los que trabajan, los que corren, etc. no son los luchantes, los inventantes, los trabajantes, etc. sino el luchador y la luchadora, el inventor y la inventora, el trabajador y la trabajadora. El español actual conserva, además, casos en los que este infijo es más una mera marca gramatical (heredera de un antiguo participio que hoy ya no se siente como tal): mediante, de mediar; durante, de durar; o bastante, de bastar. Y de hecho, en el español de otras épocas estas palabras tenían forma en plural (era, por ejemplo, posible decir ellas durantes).
Nada en la morfología histórica de nuestra lengua, ni en la de las lenguas de las que la nuestra procede, impide que las palabras que se forman con este componente tengan una forma para el género femenino. Las lenguas evolucionan y en esa evolución se transforman. Estos cambios se deben a muchas causas, algunas son causas internas (evoluciones fonéticas, por ejemplo); otras son externas, el contacto con otras lenguas o el cambio en las sociedades que las hablan. Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta). Pero es que, además, en el caso de este infijo concreto, la historia de nuestra lengua y la de las lenguas que la precedieron pueden llegar a avalar el uso de voces como presidenta, pues al hilo de esta explicación parecen ser menos conservadoras que la variedad actual.
FUENTE: ESTILO, Manual para nuevos medios
viernes, 6 de enero de 2012
poesía sobre melancolías de carlos dariel

no pudo dar batalla su lenguaje
no bastó su aliento
desarmada su voz
de gritos y dientes
saqueada
nunca supo de bocas sin destierros
era sí
un fantasma en apuros
de vez en cuando
algún distraído
dejaba una mueca
en la palma de su mano
********
ella vacía
todas las noches
un cielo distinto
rueda
liviana
sobre la cornisa que hace borde con la espera
mira
como un fuego extinguido
mira
la boca negra de sus días
boca negra y amarga
con la que habrá de pronunciar
sus próximos despojos
**********
su ayer cae en llovizna
sobre la tierra
sobre los párpados
pesados como nieblas seniles
como anclas hundidas
por mera fatalidad premeditada
el aire ya no sostiene
su sed
ese viejo es apenas
un recuerdo plegado
entre los harapos de la noche
***********
Guardia médica
en la sala quedamos pocos
estoy sentado
a la espera de unos resultados
dos horas
me dijeron
en dos horas estarán listos
entran y salen
pero en la sala siempre quedamos
dos o tres
no nos miramos
poco después de las dos horas
obtuve una prórroga
o evité una urgencia
o hice estéril
felizmente
un amague
habrá revancha
*******
Piano bar
la noche
un piano
la nostalgia sentada a la mesa
y un deseo que se inmola
cenizas en el pecho
gira la cuchara
tictac de las sombras
resabios de un café
que faltó a la cita
**********
Trotanoches
ninfas de barro
descorchan sus nalgas
cuando la máscara del goce
cae definitivamente
el ritmo de la danza
obliga a una vuelta más
pocos cuerpos sobreviven
al final de la partida
nadie espera
ahora
una razón
para prescindir del tedio
de Carlos Dariel, poeta y coordinador de ciclos poéticos, argentino
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